El fin de semana pasado mi hermano y un servidor fuimos a dormir a la cabaña, con la idea de hacer alguna cumbre del Cornión. La meteorología era buena, y aunque las fuertes rachas de viento que se esperaban hacían temblar nuestro objetivo principal, Los Traviesos, no nos quitaron las ganas de salir. Elegimos un itinerario menos expuesto al viento y más entretenido, avanzando por el valle del Resecu hacia el Canalón del Conjurtáu. Voy con un «chaval» al que acaban de reconocer como deportista de alto nivel y tengo que estar a la altura, por lo que avanzamos a mi ritmo pero por terreno técnico, donde yo voy más cómodo que él (ya estoy amenazado que de momento). En sendero, como él me suelta con el tono de vacile de un hermano, me revienta.
Las chovas juegan con el viento sobre el Resecu Cima, y nosotros observamos unos rebecos sobre la entrada a la canal. Martín sugiere que es un buen momento para poner el casco, y yo pienso «este cabrón se me adelanta». Un trago, nos ponemos el casco y tiramos canal arriba. Con los neveros que aún quedan y el riesgo que implican con las altas temperaturas, decidimos ir sorteándolos buscando la continuidad de la roca. En ocasiones es inevitable pisar un poco de nieve por lo que analizamos muy bien el terreno antes de cruzar un nevero, y cuando lo hacemos es porque sabemos que debajo no hay un agujero directo al centro de la tierra.
Una vez en la base del Picu Conjurtáu, nos refugiamos del viento en una rimaya. Echamos otro trago y comemos algo. Dejamos las mochilas y subimos a la cumbre para ver el panorama del Cornión. Está precioso. Jugando llegaríamos a la cumbre de los Traviesos sin mayor problema, pero la cosa se estaba poniendo seria y los rafagazos de sur nos obligaban a pegarnos al suelo.
Decidimos que lo mejor sería bajar hasta la Vega de Ario a comer y luego cerrar la ruta circular. ¿Por dónde? Ya iríamos viendo según nos encontráramos de cansados. En la Vega de Ario ambiente montañero. Comemos tranquilamente disfrutando del lugar. Salimos de la vega por Cabeza la Forma, recorriendo su pequeño cresterío mientras nos azota el viento. No nos la jugamos mucho y nos tiramos al camino rápidamente.
Volviendo por el camino de Las Bobias hasta el Lago Ercina el calor casca y las piernas se notan después de tanto xerru, por lo que activamos el modo ahorro y relajamos el paso. En Las Reblagas, una víbora de Seoane me pega un buen susto. Menos mal que nos vamos fijando en el suelo (precisamente porque ya se empieza a poder verlas) y no la pisamos.
Tras casi nueve horas de actividad, 20 kilómetros de distancia y 3.000 metros acumulados en las botas, volvemos a pasar por la Vega del Bricial para finalizar la circular en la Vega de Enol. Contentos por la rutaza que nos habíamos metido, merendamos en la cabaña comentando la jugada y los planes que haríamos después.
Es un gusto tener los Picos a la puerta de casa. Y disfrutar en familia de estos sitios, aún más. Ya estamos pensando en la siguiente…